Transmitir de manera eficaz ideas como la de la dificultad de una ruta, o para qué sirve la dificultad, es un ejercicio muy difícil de hacer bien, además condenado a depender de lo que las personas que lo leen van a interpretar. Es normal que esa interpretación se haga o bien desde la experiencia personal de cada quién, o bien desde la experiencia de haber participado varias veces en mis rutas.
En las últimas actividades ha participado mi amiga Sara y he realizado auténticos documentales sobre esas actividades, proporcionando material que nos va servir para ilustrar la idea de dificultad con la que trabajamos y muy importante, para qué sirve.
Primera idea. Dificultad no es necesariamente peligro. Saltar árboles caídos, o pasar por debajo de ellos, subir pendientes estrechas por caminos abruptos, saltar un arroyo...Todo eso es difícil, o puede serlo, pero no necesariamente peligroso. Y son ejercicios que ponen a trabajar toda nuestra musculatura.
Segunda idea. La superación de la dificultad nos hace crecer. Mejora la autoestima. Nos hace reconectar con nuestro verdadero potencial.
Tercera idea. La fuerza del grupo. Un grupo del tamaño adecuado, donde sentir el apoyo de las personas que comparten la jornada, donde darnos una mano cuando hace falta. Todo eso ayuda y forma parte de una experiencia de encuentro con nuestro potencial, con la versión salvaje de la naturaleza y con las demás personas, como parte de un equipo.
Todo esto queda muy bien ilustrado en el siguiente reportaje:
Cuarta idea. La belleza de lo salvaje.
Hay un valor extra en aquellos parajes poco o nada frecuentados, donde sentimos la presencia de la vida natural con todo su vigor. Sería como una "inmersión de bosque" donde cada árbol y cada planta interactúan con nuestros cuerpos, de muchas maneras, llegando a impregnarnos de su fuerza y de su belleza.
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