El sábado día 27 de abril, tras una semana de lluvias y de nevadas, lució el sol. Un buen momento para ir a la montaña. Y eso hicimos: ir a la montaña y al bosque. En una ruta en la que además experimentamos estar centrados y presentes en el entorno, en el grupo y cada quien consigo mismo. Para eso, nos comprometimos a mantener nuestras conversaciones centradas en la experiencia que compartíamos, en los detalles del paisaje, en nuestras impresiones. La ayuda mutua y la colaboración en los tramos más complicados también sirvieron para centrarnos en el grupo. Además, elegimos un itinerario que nos mantenía permanentemente en comunión: por sus estímulos visuales, sonoros u olfativos, por su espectacular belleza. Y también por los constantes retos que nos planteaba: nieve primavera resbaladiza, trochas que apenas se dibujan en el bosque y que nos exigían permanente concentración compartida. Por fin, el humor dentro del grupo, el apoyo mutuo y la belleza compartida, ayud
Rutas y prácticas mindfulness en la naturaleza, inspiradas en la ecología profunda.