Desde este blog, no podemos más que dar la bienvenida a la lluvia ¡Ya era hora! y prepararnos para seguir con nuestras actividades, a pesar de ella.
Caminar por la naturaleza bajo la lluvia es una gran experiencia y más si se hace en un contexto de aceptación del momento y de atención plena.
La lluvia crea un silencio diferente. Acalla sonidos de animales, esconde el sonido de los movimientos de las plantas; a cambio impregna el momento de un mantra suave, el sonido del agua al chocar con la Tierra, que se expande de forma natural por todo el paisaje.
Con la lluvia, las sensaciones del cuerpo se intensifican: desde el incremento de la atención a un suelo más resbaladizo de lo habitual, hasta la exploración de la respiración y el ritmo de marcha, para mantener una intensidad que nos ayude a no enfriarnos y a no sudar. Esa búsqueda del equilibrio térmico bajo la lluvia, se expande y expende nuestra conciencia, nos da la posibilidad de integrarnos hacia dentro, sintiendo a la vez todo lo que hay en el entorno.
Además, los ríos, arroyos y cauces de agua de todo tipo se muestran pletóricos. Las cascadas brillan y rugen. Y en los momentos de tregua, los juegos de luz son un auténtico regalo.
Con la ropa de lluvia, el sonido del agua y las sensaciones del bosque empapado, es más fácil sentir el equilibrio entre caminar formando parte de un grupo y la soledad de cada quien. Solidaridad y compañía, enriqueciendo la experiencia de encuentro en todas las direcciones.
Pero para disfrutar de todas estas ventajas, hay que salir con el equipo adecuado, con la actitud adecuada y elegir bien la ruta. Es importante llevar chubasquero impermeable y transpirable (sabiendo que no hay ninguno que haga milagros, pero sí productos a buen precio que nos pueden ayudar, y mucho, a disfrutar de nuestras actividades en invierno). Es importante "vestir por capas", empezando por una camiseta fina y ajustada al cuerpo, que sea transpirable; seguir por una prenda de abrigo, tipo forro polar, y una tercera capa que nos proteja de la lluvia y del viento, el famoso chubasquero. Como no siempre cuando llueve hace frío, podemos combinar las tres capas, poniendo y quitando forro o chubasquero según las condiciones, para une mejor gestión térmica.
Muy importante: el calzado. Botas impermeables, con cordones (no las típicas botas de goma, que no sirven para caminatas largas y menos aún por terreno abrupto). Y calcetines que abriguen bien y transpiren.
En cuanto a las piernas, lo mejor son los pantalones de montaña, de tejidos sintéticos de mayor o menor grosor. Se mojan, pero secan antes que cualquier otro modelo. Y cabe la posibilidad de usar un sobrepantalon impermeable y transpirable, si llueve a cántaros. Las mallas térmicas, los modelos más resistentes, también dan buen resultado.
Y una gorra con visera ayuda a que la capucha no caiga sobre la cara de la persona.
Y muy importante: ROPA Y CALZADO DE REPUESTO, para dejar en el coche y cambiarse al llegar.
En cuanto a la ruta, mejor empezar por tramos boscosos, con senderos bien definidos. El arbolado nos protegerá y la facilidad de los senderos nos va a ayudar adquirir las destrezas necesarias para abordar este tipo de aventuras. Y si existe la posibilidad de un lugar en el que poder cambiarse sin mojarse, mejor que mejor (bien puede servir la puerta del maletero de una furgoneta).
Y recuerda: hay que aceptar el momento, sea como sea.
Y recuerda: ¡al mal tiempo, buena cara!
MUY PRONTO, RUTA DE MINDFULNESS,
DISFRUTANDO DEL TIEMPO, SEA EL QUE SEA.
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