Durante el mes de noviembre hemos ido con nuestro alumnado de 3ºESO y 1º de bachillerato a escalar al nuevo rocódromo de Lugo. Es una actividad difícil de realizar en el instituto o alrededores, en las condiciones de seguridad y eficacia pedagógica que el proceso educativo requiere. Pero están surgido una nueva generación de rocódromos que nos permiten trabajar con un buen número de chicas y chicos al mismo tiempo, en condiciones de absoluta seguridad y con altos contenidos educativos.
Al escalar, las personas conectan con sus temores y con sus límites, superándolos. Al escalar, las personas conectan con su cuerpo de una manera nueva y sorprendente: el tacto gana protagonismo en la orientación, al tener que tantear las presas en busca de agarres idóneos. El trabajo que hay que hacer con el centro de gravedad, bailando con la pared en busca de apoyos y agarres, nos revela una nueva dimensión de nuestro cuerpo, que amplía la que ya tenemos consolidada. Hay que sondear la pared, en busca de las mejores opciones y hay que sondear el cuerpo, buscando recursos que ni siquiera sabíamos que existían, lo que centra nuestra mente y la sitúa en el momento presente. Podemos decir que escalar nos hace más conscientes. Podemos decir que la escala nos aporta un mayor autoconocimiento y autocontrol. Pero para que todo esto sea así, para poder llevar esta experiencia a las escuelas, hacen falta unos recursos con los que hasta ahora no habíamos contado.
Las salidas escolares tienen que tener un alto contenido educativo, pero si no se ajustan a unos criterios organizativos, pueden ser ineficaces. Para que el precio de la actividad no se dispare, tienen que participar aproximadamente el número de personas que caben en un bus. Además, para la organización del centro, es especialmente importante que los grupos de alumnado participante tengan una cierta coherencia, por ejemplo, todo 3º A y 3º B. Así se optimiza un bus y se reorganiza mejor el trabajo ordinario de las clases. Hasta ahora, estos criterios y la experiencia de escalar, raramente coincidían. Con los rocódromos de nueva generación, como el de Lugo ¡Problema resuelto!
Hay varias zonas de escala y bulder (escalada a poca altura, sin necesidad de cuerda. Una colchoneta acoge las bajadas y las caídas con la suficiente seguridad) capaces de acoger a todo el grupo, sin tener que realizar largas esperas hasta que nos toca el turno. Sin embargo, la instalación no es suficiente, hace falta además un equipo técnico de calidad, que además de velar por la seguridad de las personas, SEPAN DE ESCALADA. Que hayan vivido en su propia carne la experiencia de caer y los miedos que puede generar. Que además de tener conocimientos sobre las técnicas de progresión en la escalada, sepan transmitirlos con humildad y sin apabullar con sus habilidades a quienes están empezando. Y ese tipo de guías, los hemos disfrutado en el rocódromo de Lugo. Sin ese tipo de personal, la mejor instalación sería inútil. Gracias a Javier, Pablo y Fiz.
La experiencia ha sido enriquecedora. Seguro que repetiremos.
Y para la gente que sigue este blog y que tal vez les esté resonando una idea...¿sería posible una actividad de escalada y mindfulness? Pues que sepan que ya estamos trabajando en esa idea.