DISOLVERSE PARA SER



    Hace unos días, tras realizar una exigente ruta por el lecho del río Eume, en la zona del cañón que hay entre la central de la Ventureira y la presa, experimenté con fuerza la atención plena a lo que estaba pasando y a lo que estaba haciendo. Cada escalada, cada salto, la búsqueda de pasos posibles entre las inmensas rocas y las pozas y cascadas que forma el río, exigían y generaban atención plena. Mi mente estaba sólo y exclusivamente en el momento. Por eso ese tipo de actividades enganchan y sientan bien. Generan presencia. Ese día me propuse observar lo que ese tipo de presencia comparte o no con la que emana de la meditación y de la contemplación.
     Unos días después me encontraba en la Sierra de Gredos, superando neveros y trepando largas canales que nunca antes había explorado; entregado a la actividad, centrado, presente, para terminar un poco más tarde (y tras una trepidante bajada) junto a una hermosa laguna (la del Güetre, para quienes conozcáis la zona), rodeado de montañas, de neveros, de agua, de viento, de un cielo cambiante y maravilloso…Y sentado y reguardado del viento, contemplando lo que la vida me ofrecía en ese momento, disolverme, ser uno con el todo, de forma gratuita, sin esfuerzo, sin escalada…Incluso sin meditación alguna, entrando en un estado de paz y disolución en el momento presente que no exige meditación, ni introspección ni esfuerzos. Sólo que te dejes estar y llevar, que te disuelvas (en realidad, la esencia de la meditación).

     Tal vez la presencia que te regala una actividad exigente en la montaña ayude.
     Tal vez el "entrenamiento" de meditación y atención plena también ayude.
     Y la firme creencia de que soy uno con el todo, tal vez también ayude.
     Como eso existe, no puedo especular en cómo sería si no existiera. Pero siento y veo la diferencia entre las diferentes formas de trabajar y convocar la presencia, ya sea con el tipo de rutas, dándolas el nivel de exigencia necesario para que la atención se centre, o ya sea con las prácticas de meditación y de movimiento consciente, y la gratuidad de disolverse en la naturaleza y volver a ser unidad con la totalidad. Parece que nuestro cuerpo conociera los caminos de regreso a casa, a esa casa que es la vida, y que los recupera en cuanto nos paramos, nos callamos y nos abrimos a la naturaleza que nos rodea.

     Silencio, soledad y naturaleza. Son las pistas que necesita el cuerpo para recuperar los caminos de vuelta a casa.

     ¿Y cuando hacemos rutas en grupo es posible avanzar en esa dirección?
Sí, y haremos propuestas que nos ayuden a seguir avanzando, descubriendo y compartiendo el hermoso viaje de vuelta a casa.

 Cañón del Eume
 Buscando el camino.

 Neveros en la portilla de acceso al Venteadero, desde laguna del Güetre

 Laguna del Güetre

 Anochecer en la montaña

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