Una de las consecuencias de los tiempos que vivimos es la mayor afluencia de gente al entorno natural, en busca de paisaje, algo de ejercicio, sol y bienestar. Tal vez sea un avance. Un avance, que también tiene sus riesgos: la saturación de determinados espacios naturales, que por su fama (lugares-icóno) y su accesibilidad se convierten en zonas de afluencia masiva. Lo hemos observado en grandes montañas, como el Aneto, y en nuestro entorno, en lugares como el monasterio de Caaveiro (Fragas do Eume), el coto de Chelo (río Mandeo) o el Seixo Branco (Oliros). Mientras como sociedad vamos dejando reposar este nuevo impulso y aprendemos a gestionarlo sin comprometer el medio natural, nuestras propuestas seguirán buscando esos caminos y lugares no tan icónicos, pero más salvajes y bellos, para realizar rutas en soledad, en pequeños grupos, disfrutando de la tranquilidad del centro del bosque. Esa búsqueda implica caminar por lugares más complicados, de difícil orientación y con la necesid